ntre los trastos viejos de una buhardilla, en el interior de un reloj adquirido a un anticuario, o cualquier día de invierno en el patio de un apacible internado, lo Extraordinario o Innombrable acecha en silencio desde su discreto escondite. Mi hermana Elba y Los altillos de Brumal son una flagrante incitación al viaje. Un viaje por los caminos de la memoria, por misteriosos espacios en los que «se está sin estar», por mundos cotidianos cuyos límites no son tan claros y estrictos como pudiera parecernos en un principio. Pero Mi hermana Elba y Los altillos de Brumal son también una propuesta de viaje al tiempo delicioso y cruel, mágico e inquietante, magistralmente orquestado por la autora a lo largo de ocho relatos, que alcanza plenamente su objetivo. El lector no puede en momento alguno eludir su participación en el ensueño.