Henry James (Nueva York 1843-Londres 1916) ha sido tachado a menudo de autor difícil, tal vez debido a la complejidad técnica del «punto de vista» del narrador interno de la historia y a la progresión «escénica» de las secuencias narrativas, recursos que James utilizaba magistralmente y que garantizaban la imparcialidad de juicio a la vez que abrían las puertas al misterio y a la ambigüedad.
Lo que Maisie sabía, uno de sus mejores relatos, pone de manifiesto todas las cualidades narrativas de James, descubriéndole como el agudo observador de los aspectos más tragicómicos de la existencia humana, el supremo cultivador de la más fina y sutil ironía británica, el narrador de complejas tramas hiladas con una prosa a la vez barroca y transparente; en definitiva: un manjar para los epicúreos literarios. Lo que Maisie sabía (1897) fue descrita elocuentemente por Borges como «una horrible historia de adulterio narrada a través de los ojos de una niña que no está capacitada para entenderla», y podría calificarse como un insólito cruce entre Alicia y Lolita.