Desde el siglo XI y durante más de cuatro siglos numerosos guerreros cristianos provenientes de muchos lugares de Europa se dirigieron a la Península Ibérica para participar en la guerra que, desde el siglo VIII, mantenían los cristianos hispanos contra los musulmanes de al-Andalus y a la que la historiografía en general ha denominado Reconquista. Muchos de ellos, después de su estancia en Hispania, proseguían su camino hacia Tierra Santa para combatir en las Cruzadas. Otros venían ex profeso para participar en una «Guerra Santa» que desde el siglo XI fue auspiciada por los papas, quienes consideraron las fronteras hispánicas como un frente cruzado específico. Las relaciones entre cruzados e hispanos no fueron fáciles y las razones de tal hecho son muchas: desconocimiento mutuo, tradiciones culturales diferentes, actitudes encontradas, intereses distintos de todo tipo... que a la postre dejaron una imagen distorsionada de unos y otros.