«Que no os engañen, lo que Rubén ha conseguido no está al alcance de cualquiera. Afortunadamente, su libro, sí.»
Risto Mejide, escritor y publicista.
Mi nombre es Rubén Figueres Alario. Nací en Gandía en el seno de una familia trabajadora y a los veinticuatro años me marché a Estados Unidos para probar suerte y mejorar mi inglés. Llegué a Chicago sin trabajo, sin visado, con muy pocos ahorros y sin conocer a nadie, pero gracias a mi pasión por el deporte alcancé el éxito personal y profesional.
Cuando llegué allí creí que nada me haría tan feliz como encontrar un empleo en una de las grandes empresas de publicidad del mundo. Me esforcé mucho y trabajé en gimnasios, en cafeterías, en hoteles... todo para lograr mi objetivo. Sin embargo, cuando lo conseguí, no tardé en darme cuenta de que no me gustaba formar parte de un sistema de trabajo que no tenía en cuenta a las personas, sus gustos, sus necesidades o su tiempo libre. Nunca quise tener más dinero que otros, sino ganarme la libertad de no depender de un sueldo para vivir, así que dejé aquel trabajo que no me hacía feliz y empecé de nuevo.
En la actualidad soy el propietario de Alario Group, la principal agencia de publicidad para el mercado hispano en Chicago y he asesorado a varios candidatos del partido demócrata como Rahm Emanuel, alcalde de la ciudad en la que vivo, o Barack Obama. Trabajo unas cinco horas al día y dedico el resto de la jornada a mis pasiones. Hago mucho deporte, toco la batería, escribo guiones de cine y paso todo el tiempo que puedo con mi mujer y mis hijos. Disfruto de cinco meses de vacaciones al año para escapar del frío de Chicago y recorro el mundo en busca de emociones. Esquío, hago rutas ciclistas y alguna carrera de triatlón como el Ironman de Hawaii. Este es mi mayor éxito: poder hacer lo que realmente me gusta y es importante para mí. Sentirme libre.
Mi receta para la felicidad
Primer set de prioridades:
Pasar tiempo con mi mujer y con mis hijos. Tres o cuatro horas diarias los días laborables y entre siete y ocho horas los fines de semana.
Tocar la batería dos horas a la semana. Me da subidones de energía impresionantes.
Hacer deporte un mínimo de quince horas semanales.
Dormir ocho horas. Esto es sagrado.
Sumar proyectos de trabajo que me motivan mucho, con los que disfruto y con los que a veces puedo llegar a obsesionarme.
Ahora queda distribuir el resto de las horas para el trabajo y otras cuestiones. Porque yo lo entiendo al revés que la mayoría de las personas. Tengo mis prioridades: primero organizo las horas para mi felicidad y luego pienso en el trabajo. Obviamente no puedo trabajar diez horas diarias, ya que las prioridades que he descrito anteriormente ¡no me dejan tanto tiempo!
«Este libro explica los beneficios emocionales, sociales e incluso profesionales que puede aportar el deporte y supone una fuente de inspiración para cualquier per