El descomunal y mortífero conflicto entre los antiguos generales de Alejandro Magno en la lucha por dominar su imperio ha llegado a un punto muerto cargado de tensión. Lisímaco, sátrapa de Tracia; Casandro, rey de Macedonia; Tolomeo de Egipto; Antígono, señor de Asia; Seleuco, señor de Babilonia; ninguno parece capaz de asestar el golpe definitivo. Incluso Estratocles, el astuto ateniense que siempre da la impresión de ir dos jugadas por delante, se ha visto traicionado inesperadamente. Con su vida –y la de la ciudad a la que sirve- pendiente de un hilo, ha llegado la hora de poner otra ficha en el tablero. Pues escondido en las remotas montañas de Hircania hay un muchacho que lo podría cambiar todo: Heracles, el hijo de Alejandro.