Una visión casi novelesca del fracaso del progresismo europeo en su choque con el nuevo mundo global.
El 24 de marzo de 1941 zarpó de Marsella hacia la Martinica el carguero Capitaine Paul Lemerle, llevando a bordo algo más de dos centenares de fugitivos del fascismo: judíos, refugiados españoles del bando republicano e izquierdistas de distintas nacionalidades y tendencias. Se abría así, de nuevo, la ruta comercial trasatlántica entre la Francia de Vichy y sus colonias de ultramar, interrumpida desde la triunfante invasión alemana del verano anterior.
Entre los pasajeros del Capitaine Paul Lemerle había famosos escritores, pintores, científicos, intelectuales revolucionarios e incluso traficantes internacionales de obras de arte, en su mayor parte desconocidos entre sí.
De sus encuentros aleatorios surgirían los grandes mitos culturales y políticos de la segunda mitad del siglo XX: la Nueva Izquierda, el estructuralismo o la fusión de las vanguardias artísticas con los movimientos anticoloniales. Cuando sobre todos ellos ha caído el descrédito, resulta esclarecedor sorprenderlos en su origen mismo y asistir a la construcción de la memoria épica de la última modernidad.