Europa envejece y se despuebla. África rebosa
de jóvenes. Se producirá una migración en masa que
supondrá uno de los grandes desafíos del siglo XXI.
África emerge, sale de la pobreza absoluta. En un primer
momento, la prosperidad da pie a desplazamientos:
proporciona a más personas los medios para irse.
Si los africanos siguen el modelo de otras regiones
del mundo en vías de desarrollo, en treinta años habrá
en Europa entre 150 y 200 millones de africanos,
contra los 9 millones que alberga hoy.
Una presión migratoria de esta magnitud someterá
a Europa a una prueba sin precedentes, a riesgo de
consumar la fractura entre sus élites cosmopolitas
y sus populismos nativistas. La voluntad de convertir
el Mediterráneo en el foso de una «fortaleza Europa»
erigiendo murallas —sean vallas o muros de dinero,
el precio a pagar a los Estados policiales de primera
línea para contener la oleada— corrompe los valores
europeos. El Estado del bienestar sin fronteras es una
ilusión en ruinas.
El egoísmo nacionalista y la candidez humanitaria
son igual de peligrosos. Con la racionalidad de los
hechos por guía, este ensayo sobre geografía humana,
premio Libro de Geopolítica 2018 en Francia, asume
la necesidad de dirimir entre intereses e ideales.