Cuando se menciona el término «niño salvaje», a menudo nos vienen a la mente personajes de ficción como Mowgli o Tarzán, pero algunos de estos niños existieron realmente. Poco antes de que lo hiciera Víctor de l’Aveyron —el «niño-lobo» que inspiraría a François Truffaut su filme El pequeño salvaje—, apareció cerca de un pueblo en el norte de Francia una joven que «iba descalza, llevaba el cuerpo cubierto de harapos y de pieles de animales, los cabellos metidos en un casquete de calabaza y la cara y las manos del mismo color que una negra». La historia de esta joven, que posteriormente sería bautizada como Marie-Angélique, fue divulgada a mediados del siglo xviii en Francia gracias a una corta biografía escrita por la señora Marie-Catherine H. Hecquet y editada por el científico y explorador Charles Marie de La Condamine, que se publicó con el título de Historia de una niña salvaje encontrada en los bosques a la edad de diez años.
Nativa de una tribu amerindia de Canadá, joven devota de Dios, salvaje habitante de los bosques de Francia, protegida de algunos de los personajes más insignes de la época, falsa esclava negra vendida en las Antillas, espectáculo viviente para la clase acomodada parisina…: la diversidad de escenarios, personajes, culturas y acontecimientos hacen de la existencia de Marie-Angélique una de las más ricas y misteriosas de su época y sin duda justifican el interés que muchos han mostrado por dilucidar su condición: ¿demonio, bestia o milagro de la naturaleza?
Por las páginas de esta edición, que incluye el texto original de Hecquet y un amplio estudio de Jesús García Rodríguez, desfilan nombres tan ilustres como el de María Leszczynska —esposa del rey y antigua princesa de Polonia—, Louis Racine, Carlos Linneo, Voltaire, lord Monboddo o Claude Lévi-Strauss, pues la figura de Marie-Angélique Memmie Le Blanc fue y sigue siendo objeto de numerosas reflexiones científicas
y filosóficas.