Tras recuperarse de una grave enfermedad a mediados de los ochenta, Tonino Guerra, guionista entre los guionistas más reconocidos de la historia del cine —a él debemos los inolvidables escenarios de películas como Amarcord, Y la nave va, Cristo se detuvo en Éboli o Nostalgia—, se retiró a su Emilia Romaña natal para empezar «una nueva vida», lejos de las «uñas» de la gran ciudad. Convertido en una especie de artista del Renacimiento —pintaba, escribía, diseñaba muebles, estufas, manteles, macetas, floreros, jarras, muñecas, tazas, cojines, toallas, tapices, mosaicos, fuentes, jardines, relojes de sol—, este «poeta consciente de ser animal, de ser naturaleza, y de que la belleza es el principal alimento del alma humana» se dedicó también a observar y a dejar constancia de sus vivencias y recuerdos en una obra poética escrita en dialecto que sin duda se encuentra entre las más hermosas y sorprendentes de su generación, si no de toda la literatura italiana del pasado siglo. No en vano, la escritora Elsa Morante dijo de Tonino Guerra que era «el Homero de la civilización campesina».
El presente volumen, que hemos titulado El árbol de agua —porque así llamaba Tonino al río Marecchia, artífice de ese paraíso, la Valmarecchia, que el autor inmortalizó en su obra—, recoge tres de los libros más importantes del genio romañolo, La miel, El viaje y El libro de las iglesias abandonadas, traducidos (e introducidos) por el poeta Juan Vicente Piqueras y acompañados por unos impresionantes linograbados del pintor, escultor y grabador Carlos Baonza.